(Vicente
Alberto Masferrer Mónico; Tecapa, 1868 - San Salvador, 1932) Escritor e
intelectual salvadoreño. De personalidad polémica, fue una de las figuras más
dinámicas de la vida cultural y política de su país y ejerció una fuerte
influencia en las generaciones más jóvenes.
Cursó sus
primeras letras en la escuela de Jucuapa, y, a los diez años de edad, ingresó al
colegio que había fundado en San Salvador la pedagoga francesa Agustine
Charvin. En 1883 fue enviado por su padre a Guatemala en represalia por haberse
negado a cumplir un castigo que le había impuesto. El jovencísimo Masferrer
rechazó la custodia paterna y vagabundeó por Guatemala, Honduras y Nicaragua,
trabajando en oficios como un ambulante.
Ejerció luego la
docencia en el departamento nicaragüense de Rivas, desde donde fue enviado a la
isla de Ometepe para que impartiera clases en el presidio que allí se
levantaba. Posteriormente se trasladó a San Rafael del Sur, donde asumió la
dirección de la Escuela de Varones. En 1885 se trasladó a Costa Rica, donde apenas
permaneció un año, y en 1886 regresó a su país natal y fue profesor en El
Carrizal, donde residió durante tres años. En 1889 fue nombrado director de la
escuela de Jucuapa, la misma en que el propio Masferrer había recibido sus
primeras clases.
En 1890 fue
nombrado subdirector escolar en Sensuntepeque y archivero de la Contaduría
Mayor en San Salvador; dos años después, asumió la dirección del Diario
Oficial, y en 1900 se convirtió en secretario del Instituto Nacional, cargo que
abandonó un año después, cuando fue nombrado cónsul de El Salvador en Buenos
Aires (Argentina). Inició así una carrera diplomática que lo llevaría a ocupar
los consulados salvadoreños en Santiago de Chile (1902), San José de Costa Rica
(1907) y Amberes (Bélgica, 1910). Fue delegado de El Salvador en la Conferencia
de La Haya (1912), colaborador en el Segundo Congreso Científico celebrado
Washington en 1915, asesor del Ministerio de Instrucción Pública y director del
Instituto Ixeles (1916).
Su labor
literaria y ensayística se desarrolló paralelamente. En 1923 se convirtió en
uno de los editorialistas del periódico El Día, y en 1928, en compañía de los
escritores y periodistas Alberto Guerra Trigueros y José Bernal, fundó en la
capital salvadoreña el rotativo Patria, donde se hizo cargo de la sección
editorial y de una aplaudida columna titulada Vivir. Sus trabajos periodísticos
publicados en este diario fueron recopilados al cabo de varios años por el
poeta y crítico literario Pedro Geoffroy Rivas, y publicados por la editorial de
la Universidad de El Salvador. Masferrer brilló también como periodista en
territorio chileno, donde, bajo el pseudónimo de "Lutrín", firmó una
columna humorística que aparecía en los rotativos El Chileno, de Santiago, y El
Mercurio, de Valparaíso.
En los últimos
años de su vida, Alberto Masferrer se implicó en la política de su país.
Participó ardientemente en la campaña electoral de 1929 y 1930 a favor del
partido laborista, apoyando al candidato Arturo Araujo, quien, elegido
presidente en 1931, resultó inmediatamente derrocado por el golpe de estado del
general Maximiliano Hernández Martínez. Las matanzas posteriores a manos del
ejército salvadoreño desengañaron a Masferrer, quien hubo de partir a Guatemala
y a Honduras sumido en la pobreza y la enfermedad.
Según sus propias
palabras, él quería "Luchar contra todas las injusticias; declarar la
guerra a la miseria y la ignorancia; meter el hombro a las clases desheredadas
sin humillar a las favorecidas; consagrar nuestro esfuerzo al triunfo de la verdad
y de la virtud. Considerado de esta manera, el socialismo es la más santa de
las doctrinas: es el cristianismo en sus más avanzadas consecuencias. En este
sentido, nuestra literatura debe ser socialista", palabras que operan como
una especie de poética o al menos de programa cultural y social. Este episodio
sumió al escritor en una amarga decepción que se agravó por sus problemas de
salud y por el agotamiento que le produjo el viaje a Guatemala. De regreso a El
Salvador, muy mermado de facultades, falleció en la capital del país el 4 de
septiembre de 1932.
Su obra, que
ejerció profunda influencia en la juventud de su país, se caracteriza por una
mezcla de socialismo y misticismo religioso y por una visión un tanto ambigua
de los problemas sociales. Su primer libro, Páginas (1893), a pesar de estar
enclavado en el modernismo, se destacó por su impronta social. Entre sus obras
más importantes figuran La nuevas ideas (1910), Ensayo sobre el destino (1926),
El dinero maldito (1927) y El minimun vital (1929). La obra Las siete cuerdas
de la lira (1926) ahondó en los misterios del cosmos, la psicología y las
fuerzas sobrenaturales.
Otros títulos de
su producción son Naderías (1900), Recortes (1908), ¿Qué debemos saber? (1913),
Pensamientos y formas (1921), El buitre se tornó calandria (1922), Ensayos y
figuraciones sobre la vida de Jesús (1927), Helios (1928), La religión
universal (1928) y El libro de la vida (1932). Póstumamente se publicó El rosal
deshojado (1935). Su copiosa producción literaria le valió un asiento en la
Academia Salvadoreña de la Lengua, donde ocupó la silla N, en sustitución del
poeta y militar Juan José Cañas.
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